El consumo de energía de Bitcoin va en aumento. ¿Es sostenible el mining de criptomonedas?

El gasto energético asociado a la divisa digital más conocida sigue suscitando gran controversia a nivel mundial. Los detractores de la divisa digital, que recientemente alcanzó un nuevo máximo histórico de 60.000 dólares, denuncian que el protocolo de consenso PoW (prueba de trabajo) empleado para minar bitcoins mediante la utilización de equipos informáticos en la resolución de puzzles criptográficos conlleva un excesivo coste energético. Dichos equipos informáticos, alimentados por gráficos de última generación, requieren de escalofriantes cantidades de electricidad para su funcionamiento. A pesar de que el halving de 2020 redujo la recompensa por mining de BTC a la mitad, la drástica revalorización de la moneda observada en 2021 ha hecho que el mining sea ahora más popular que nunca. Y no hablamos únicamente de entusiastas de Bitcoin trabajando desde sus equipos domésticos. Cada vez son más los traders que operan desde almacenes llenos de equipos informáticos, con los evidentes costes de electricidad, refrigeración y mantenimiento que ello conlleva.

El índice de consumo de la electricidad de la Universidad de Cambridge estima que, a finales de marzo, el consumo de la moneda es de unos 139,38 teravatios por hora (TWh). Esto supone un consumo superior al de países como Suecia (131,80 TWh) o Ucrania (128,81 TWh). En líneas generales, el mining de Bitcoin representa aproximadamente el 0,59 % del consumo global de energía.

Contexto del consumo

El elevado gasto energético de Bitcoin no es precisamente la mejor carta de presentación en un mundo cada vez más concienciado con el medio ambiente, pero es importante no perder la perspectiva. A fecha 26 de marzo de 2021, el valor combinado de todos los bitcoins minados era de poco más de 1 billón de dólares, superando escasamente a Ucrania y Suecia, que siguen muy de cerca a BTC en el ranking de consumo de energía elaborado por la Universidad de Cambridge. Lo que significa que, atendiendo a este indicador, Bitcoin no supone un excesivo gasto de energía. Pero comparemos el "oro digital" de Bitcoin con el proceso de alto consumo energético que entraña la extracción real de oro del subsuelo. Además, el mining de bitcoin resulta ser mucho más eficiente que la minería de oro, aun cuando no podamos confeccionar un elegante collar a partir de criptomonedas. Si tenemos en consideración las muchas ventajas de Bitcoin (como por ejemplo, su seguridad, privacidad o el hecho de que permita realizar operaciones transfronterizas), podemos concluir que vale la pena el uso energético que este proceso implica. No obstante, lo responsable sería explorar formas más eficaces de utilizar la energía.

Prueba de Participación (PoS) o Prueba de Trabajo (PoW)

Una posible solución sería pasar de un protocolo de consenso de prueba de trabajo a un modelo basado en la prueba de participación. Con la denominada PoS solo es necesario demostrar la posesión o participación en una divisa, dejando atrás el mining y sus elevados costes. A pesar de que PoS es el protocolo de consumo más eficaz desde un punto de vista energético, además del preferido por expertos de la talla de Vitalik Buterin, fundador de Ethereum, PoS no encuentra sino resistencia entre los miners de Bitcoin. En gran medida, esto no es más que una reacción, puesto que los miners han invertido grandes sumas en sus equipos y esperan recibir beneficios de las mismas. Sin embargo, son muchos los que asocian esta costosa criptografía y sus exigencias energéticas con la filosofía de Bitcoin, en tanto el PoW aumenta la seguridad de la tecnología de blockchain y crea obstáculos ante el avance de agentes perniciosos. Además, Bitcoin porta el estandarte en nombre del resto de criptomonedas, y con sus logros aumenta el valor y prestigio de todo el sector. ¿Por qué cambiar algo que genera semejantes márgenes?

Mina en la nube

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