Los multimillonarios de bitcoin y un barco: la utopía de las criptomonedas en mar abierto
En otoño de 2020, el autor de este artículo vislumbró algo poco habitual. Se trataba de un crucero en un dique seco en Gibraltar. Este fue sin duda un año difícil para la industria de los cruceros, por lo que me resultó algo insólito. No obstante, había algo aún más peculiar en esta embarcación: su casco portaba una insignia con el símbolo de bitcoin y el nombre «Satoshi». ¿Podría ser que el discreto creador del bitcoin hubiese decidido salir de su escondite y recorrer ahora el mundo con clase y estilo?
No exactamente. La historia del crucero de bitcoin es realmente fascinante en sí misma, vinculada estrechamente con la filosofía de la criptomoneda y las innovadoras ideas sobre libertad política y financiera sobre las que esta se sustenta.
¿Alguna vez has soñado con crear tu propio país? Alejarte de todos esos impuestos, burocracia y leyes opresivas y comenzar de cero en una comunidad formada por tus compañeros y amigos. Para algunas personas este escenario suena ideal, pero lo cierto es que no te será en absoluto fácil encontrar un pedazo de tierra que no sea propiedad de nadie y en el que puedas dar rienda suelta a tu nueva utopía. Por otra parte, la mayor parte del planeta está cubierta de agua...
El concepto de «seasteading» consiste en la creación de comunidades independientes que viven en ciudades flotantes denominadas «seasteads». Se trata en la práctica de flotas de viviendas que existen fuera del territorio de un país, de forma que cada vivienda pueda «votar con su hogar» para determinar si debería ser parte de la comunidad, o bien unirse a otra distinta. Esta idea se hizo muy popular entre los liberales del Sillicon Valley en las dos últimas décadas.
El ideal de libertad política en altamar siempre ha tenido un elemento económico. No en vano, la palabra «extraterritorial» tiene innumerables connotaciones en los círculos financieros. De ahí que a nadie le sorprenda el hecho de que los adeptos a las criptomonedas, quienes se adentraron en lo desconocido desde el mundo de las nuevas tecnologías con el propósito similar de escapar de los abusos de bancos y gobiernos, muestren también interés por el «seasteading».
Grant Romundt, Rüdiger Koch y Chad Elwartowski son tres inversores en criptomonedas que obtuvieron grandes fortunas gracias a su temprana apuesta por el mundo de la tecnología. En 2020 intentaron dar forma al sueño del «seasteading» mediante la adquisición del Pacific Dawn, un crucero de 245 metros que estos tres emprendedores consiguieron a precio de ganga gracias al ocaso de la industria de los cruceros allegada con el inicio de la pandemia por COVID-19.
Así, nuestro trío se propuso navegar con su nuevo crucero hasta Panamá, para allí formar una comunidad flotante a pocas millas de la costa. Dicha sociedad marítima operaría únicamente con criptomonedas, no pagaría impuesto alguno y supondría el inicio de una nueva forma de vida a la que otros podrían sumarse simplemente trayendo sus casas flotantes. Los tres fundadores esperaban así atraer el interés de otros nómadas digitales con conocimientos tecnológicos que fuesen además grandes innovadores en el sector de la tecnología, como fundadores de empresas emergentes, trabajadores del sector en remoto, traders de criptomonedas, mineros, etc.
Se cambió el nombre del Pacific Dawn por MS Satoshi en homenaje a Satoshi Nakamoto, el nombre con el que se conoce al misterioso creador de bitcoin. Si bien muchas naciones se habrían mostrado reacias a tener una comunidad de «seasteaders» que buscan evadir impuestos junto a sus aguas, el gobierno de Panamá acogió esta iniciativa de buen grado, y el Ministerio de Turismo llegó incluso a afirmar que los nuevos visitantes mostrarían interés por conocer el litoral panameño.
Ya ha pasado casi un año desde que se pusiese en marcha este plan. ¿Qué habrá sido de él? La triste realidad es que, por mucho que vivir permanentemente en un crucero con otros traders de criptomonedas en aguas tropicales y sin pagar impuestos nos parezca la definición misma de estar en el paraíso, probablemente no deberías precipitarte y comprar una cabina.
En un principio, el MS Satoshi atrajo gran interés y atención entre liberales que deseaban bien ayudar al proyecto, bien alquilar una de las 777 cabinas con las que cuenta el crucero para vivir en él. El alquiler mensual variaba entre los 570 dólares por una cabina sin ventana y los 719 dólares por una cabina con balcón. Se estudió previamente la cuestión de la electricidad y conectividad, y estas serían ampliadas según las necesidades de cada usuario de forma que aquellos residentes que tuviesen grandes necesidades de energía para continuar sus labores de minado pagasen su parte proporcional.
No obstante, existen en la práctica numerosas cuestiones motivo de preocupación para posibles inversores en el día a día. Unas vacaciones de una semana en un crucero pueden ser muy divertidas y entretenidas, pero ¿cómo sería pasar cada día de tu vida en uno? La embarcación no contaba con cocinas individuales y únicamente disponía del restaurante del barco (en el que se ofrecía a sus residentes un descuento del 20 %). Por razones de seguridad, estaba prohibido tener un microondas en las cabinas. La normativa en cuanto a mascotas era sumamente estricta y poco práctica, por no hablar del mareo del viajero.
Koch and Co. descubrió además que tampoco el océano estaba libre de trámites legales. Así, fue imposible registrar legalmente el crucero como residencia habitual, y los gastos de mantenimiento de un crucero comenzaron a acumularse mes tras mes. Por último llegaría también el problema de gestión de residuos. Ni siquiera la tan indulgente Panamá permitiría el vertido de residuos en sus cristalinas aguas, tan queridas por los turistas, y el MS Satoshi tendría que hacer un viaje de 12 millas cada 20 días a fin de verter sus residuos en aguas internacionales.
Si deseas saber toda la historia del MS Satoshi te recomendamos que leas este artículo en The Guardian, en el que conocerás todos los problemas que surgieron y los personajes que guardan relación con la embarcación. Finalmente hubo demasiados obstáculos, y los tres emprendedores acabaron dándose cuenta de que el proyecto no funcionaría. Para las Navidades de 2020, Romundt disfrutó de un último «¡hurra!» en el crucero antes de que la embarcación fuese vendida.
Si bien el proyecto del MS Satoshi no llegó a buen puerto, su historia sigue aún insipirando a muchos entusiastas por las criptomonedas, que ansían dedicar sus ganancias para dar vida a sus innovadores sueños de independencia y nuevas formas de convivencia. Sirve además como moraleja, para que todo inversor estudie detenidamente el caso antes de embarcarse en cualquier empresa.
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